No es por hacerles desaire, es
que ya no soy del vicio. Ustedes me lo perdonan, pero es que hace más de cinco
años que no bebo copas, aunque ande con los amigos. ¿Qué si me cuadran? ¡harto!
Pa´ que he de hacerme el santito, si he sido rete borracho, como pocos lo
haigan sido, pero ahora si ya no tomo, aunque me lleven los pingos.
En de antes que me casara comencé
con el vicio. Y a luego ya de casado, también le tupí macizo. ¡Pobrecita de mi
vieja siempre tan guena conmigo! Por más que la hice sufrir, nunca me perdió el
cariño. Era una santa la probe, y yo con ella un endino. No más pa´que no
sufriera, me llegué a quitar del vicio, pero poco duró el gusto, la de malas se
nos vino y una noche, de repente, quedó como pajarito.
Dicen que jue el corazón, yo no
sé lo que haiga sido, pero siento en la conciencia que fue mi vicio cochino que
hizo que nos dejara solitos a mí y a mi hijo: un chilpallate de ocho años que
quedaba huerfanito a la edad en que hace más falta la madre con sus cariños. Me
sentí desesperado de verme solo con mi hijo ¡pobrecita criatura! Mal cuidado,
mal vestido siempre solo recordando al ángel que había perdido. Entonces pa´ no
pensar volví a darle recio al vicio, porque poniéndome chuco me jallaba más
tranquilo, y cuando ya estaba briago casi juera de juicio, parece que mi
dijunta taba allí junto conmigo.
Al salir de mi trabajo me iba yo
con los amigos y luego ya a medios chiles mercaba yo harto refino y regresaba a
mi casa donde me aguardaba mi hijo, y ahí, duro, trago y trago hasta ponerme
bien pítido. Y ahí estaba la tarugada, y ahí de antes les he dicho que lueguito
vi a mi vieja que llegaba a hablar conmigo, y comenzaba a decirme cosas de
mucho cariño y yo a contestar con ella como si juera di al tiro cierto lo que
estaba viendo. En tanto mientras que mi
hijo se abrazaba ya sustado diciéndome el probe niño: ¿dónde está mi mamacita? Dime
ondi está papacito ¿es verdad que te está hablando? Como yo no la divizo…
¡Pos que no la ve tarugo! Vaya que
le haga cariños. Y el probecito lloraba y pelaba sus ojitos buscando reti
asustado aquella a quien tanto quiso.
Una noche al regresar de estarle
dando al oficio. Llego y al abrir la puerto ¡ay Jesús lo que divizo!
Hecho bola sobre el suelo taba
tirado mi niño, risa y risa como un loco y pegando chicos gritos.
¿Qué te pasa? ¿Qué sucede? ¿Te
has vuelto loco di al tiro?
Pero entonces en la mesa vi el
frasco de refino que yo había dejado lleno, enteramente vacío. Luego, luego me
di cuenta y me puso rete guino ¿Qué has hecho escuincle malvado ya bebistes el
refino? Pa´que aprendas a ser gueno voy a romperte el hocico. Y entonces con
harto susto que le hizo volver al juicio y con una voz de angustia que no he de
olvidar me dijo:
¡No me pegues, no me pegues, no
soy malo papacito, jue por ver a mi mamacita como cuando habla contigo, jue
pa´que ella me besara y me hiciera hartos cariños!
En de entonces ya no tomo, aunque ande con los
amigos. No es por hacerles desaire, es que ya no soy del vicio, y cuando creo
rajarme porque siento el gusanito de tomarme una copa, no más me acuerdo de mi
hijo y entonces sí, ya no tomo, aunque me lleven los pingos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario